lunes, 24 de enero de 2011

Queridas todas... Carlos




He leído sus participaciones y como me han agradado bastante no puedo sino querer unirme a ella. Mi contribución es la siguiente.

Por alguna extraña razón no pude asistir a tantas exposiciones como hubiese querido el año pasado. Un sinfín de contratiempos, quizá muchas veces excusas, hicieron que se me pasaran varias de ellas; sin embargo, creo que fue un año de muy buenas cosechas en tanto que, gracias a este ejercicio de bitácora, pude recordar que durante todo 2010, no me perdí de mucho, quizá sí en sentido museístico, pero no en sentido vivencial. Y es que habrán de saber que vivo al sur de esta ciudad, situación que hace que todos mis trayectos duren por o menos una hora, fuera de mi demarcación. Detalle que quería platicarles antes de entrar en materia. 
   
        Resulta que si visité 10 de las exposiciones montadas el año pasado fueron muchas y no es que sea admirador de las cosas que se cuantifican, nada de eso, el problema fue que  me perdí de muchas de las que juré asistir. ¿Por qué? No sé mucho y sólo podría decir que gozo de muy mala memoria. Pero qué pasó, cómo puedo decir en mis primeras líneas que fue un año fructífero. Pues bien, el año pasado mis labores me permitieron ir y venir por el país y más aún por esta ciudad. Sí, me metí por muchos rincones que no conocía y que su descubrimiento me causó una grata, muy grata sorpresa. Conviví con gente de lo más disímil que se puedan imaginar y descubrí que vivo en una ciudad recinto, una ciudad expositora obligada de todas las expresiones artísticas. La ciudad es una exposición permanente de arte efímero. Yo no sé ustedes pero pocas cosas me gustan más que los tumultos de esta ciudad y a veces creo que esta muy vacía y necesita más gente, más actos, más arte. Y sin embargo, se mueve. NO haré una apología de la ciudad porque para ello hay expertos, aunque el año pasado nos haya arrebatado al mejor de ellos (perdón, extraño a Monsi). Lo que les vengo a contar es una historia de la riqueza, es acerca de la obra que realicé el año pasado gracias al crisol de la maravillosa gente que conocí y a la que seguí frecuentando. No tienen  una idea lo grato que fue 2010 en compañía de ustedes. Pocos me creerían la diversidad tan amplia (porque hay diversidades que son estrechas) de la gente con la que convivo. Pero qué decir, he presenciado puestas en escena tan distintas como cambia el rostro de una avenida de un punto a otro. ¿Alguna vez han recorrido Insurgentes de cabo a rabo? La postal nos coloca en suelo firme. Así todo el año, así la ciudad desde sus distintos espacios, como los atardeceres en el nororiente de la ciudad, una zona conflictiva pero cuya vista a esa hora es insuperable. O qué decir de esa misma hora en algún cafecito del poniente citadino, quizá acompañando la ocasión con alguna copita, como cuando una va a la Lagunilla a chacharear muebles o cualquier otra cosa, como los que están en el Mayer, museo que visité recién con Aldo Nadezh y que me hizo recordar que las permanentes también tienen su encanto porque uno nunca es el mismo, o por lo menos no debiera serlo, situación que contribuye a observar distinta cada pieza. Visitamos una sala donde se exhibían carteles de diseño aplicado a distintas causas sociales y en idiomas diferentes; buen intento, una expo agradable a la vista y nada más. Esa tarde yo estaba molido pero Aldito insistió en recorrer la permamente y bueno, no sé en qué momento me sentí en los últimos cinco siglos de la mano de mesas, sillas, puertas, espejos de plata y un sinfín de artículos más. Llamó mi atención un biombo cuyos trazos intentaban evocar la Ciudad de México del siglo XVII. Entre muebles y cuadros excepcionales transitamos horas por ese museo y no conformes entramos a la capillita que está a un lado, sólo para chismosear. De ahí caminamos hacia el zócalo y nos plantamos en una banca de dudosa resistencia que quién sabe quien había dejado varada a media plaza. Nos sentamos, seguimos platicando hasta que coincidimos que ya era suficiente así que nos dispusimos a tomar rumbo a nuestras casitas. Claro que antes de llegar al zócalo íbamos contemplando edificios y demás, lo que extendió nuestra vista que en realidad no fue al Mayer, sino al Centro. la pregunta es, ¿han acudido a algún lugar, el que sea, como si estuvieran visitando un museo o como si estuvieran leyendo uno de sus libros favoritos? 

Espero que estén de lujo. Las extraño y yo no sé qué opinen pero a Silvia le tocan los tamales para el dos de febrero porque se ha ausentado demasiado.


Cordialmente
Carlos López López
Por mi raza hablará el espíritu.

1 comentario:

  1. Mi estimado dos veces carlos

    Ya decia que me recuerdas a alguien¡¡¡, y hoy lo corroborè; siiii me recuerdas a Cantinflas, pero por la forma que platicas, tu platica es muyyy agradable y dicharachera, siempre sacas una sonrisa., Felicidades super dosveces carlos.

    Saludos
    Maria teresa

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