martes, 3 de mayo de 2011

RECORRIDO POR LA COLMENA PLATEADA



La evocación de la colmena de abejas compuesta por los brillantes hexágonos que levantan sobre el pavimento la imponente estructura de la nueva sede del Museo Soumaya se divisan desde lejos y ahora forman parte del paisaje urbano de la Ciudad de México en el corazón de la lujosa zona de Polanco.

Es así como su creador, el arquitecto Fernando Romero yerno de Carlos Slim define al edificio “como un recinto inspirado en una colmena donde todos trabajan por un mismo objetivo”

Por dentro y por fuera la exuberancia se conjugan y los números se alistan para desfilar dentro de los oblicuos muros del museo que en sus 17 mil metros cuadrados alberga un total de 6 mil 200 obras, tan sólo el 10 % de la colección completa del hombre más rico del mundo compuesta en total por 66 mil piezas que incluyen pintura, escultura y una serie de diversos objetos de valor histórico y cultural.

La inversión de 800 millones de doláres que se realizó para la vanguardista construcción del recinto, incluyen además  la totalidad de la Plaza Carso que una vez terminada contará tanto con algunas de las oficinas de negocios del magnate como espacios destinados a la recreación cultural dentro de los que se encuentra la nueva sede de la colección Jumex. Si las curvas y el brillo metálico que confeccionan los más de 16 mil hexágonos de la fachada resultan sorprendentes en la vista exterior, el interior puede resultar un tanto decepcionante.

El primer piso luce prácticamente vacío y queda en medio de un blanco suelo de mármol El pensador de Rodin inmerso en sus reflexiones, se aprecia a además un cuadro de pequeños mosaicos obra de Diego Rivera y se espera que en el futuro en la enorme parte del suelo que sólo alberga las huellas de los visitantes se encuentre una área para degustar algun bocadillo que la escultura observara sin poder probar siquiera.

En un contraste con la pared igual de blanca que el piso relucen los luminosos colores de un cuadro de Tamayo que se extiende a lo largo del muro, y que pasa sin pena ni gloria por aquellos incapaces de identificar al autor de la obra basadondese en su inconfundible técnia que son casi la mayoría pues la pieza carace de una placa que brinde información al espectador.

Al cuestionar a uno de los guardias sobre la falta de placas que indiquen la información de la pieza contesta en un tono un tanto burlesco "usted puede preguntar a las guías toda la información que requierán y de paso les pregunta porque no ponen las malditas placas"

En los pisos posteriores la situación de espacio vacío da un giro de 360° para convertirse en un caos debido a la saturación. En general la palabra museografía no existe en el lenguaje interno del museo, las piezas  prácticamente chocan unas con las otras al igual que chocan entre si los visitantes quienes hacen esfuerzos sobrehumanos por no irse sobre una de las costosísimas obras y al mismo tiempo para poder apreciarlas.

En su totalidad la obra resulta todo un fenómeno visual tanto por su abundancia como por la presencia de artistas clave de la historia mundial de arte como lo son Claude Monet, Salvador Dalí, Van Gogh, Joan Miró, Amadeo Modigliani, Auguste Renoir, Edgar Degás, Paul Cézanne sin olvidar a mexicanos como Gerardo Murillo y Juan Soriano por mencionar algunos.

La presencia de estos artistas de los cuales es prácticamente imposible apreciar alguna obra en México, a pesar de no ser sus piezas más representativas hace que casi se pase por alto la desafortunada distribución de la obras. No existe una coherencia en el orden que de una guía al visitante sobre la ruta que se debe seguir para recorrer el museo aunado a que hay un exceso de obras el resultado puede ser desastroso.

La simple subida de las rampas es interminable y agotadora, además de complicada para personas de la tercera edad o con algún tipo de impedimento, si a ello se le suma tener que ver 6 mil piezas de arte amontonadas en un espacio reducido el recorrido resulta agotador e impide a los espectadores concentrarse en las piezas que realmente vale la pena apreciar, muchas de las cuales pasan desapercibidas por un público que en general carece de una cultura visual en torno al arte que le permita distinguir las obras de verdadero valor de las que están ahí por un asunto desconocido.

“No me gusta y no le entiendo” comenta un señor de unos cincuenta años de edad con respecto a una obra de Miró. “Modigliani ¿tú lo conoces?” pregunta una joven alta y rubia a su acompañante “no” contesta su compañera y se alejan como si el cuadro no mereciera ninguna consideración.

Lo mismo ocurre con piezas de Cézanne, Degas, y Renoir, que al ser poco conocidos por el público en general son cruelmente ignoradas. Mejor atención reciben las piezas de Van Gogh y en ciertos momentos de Monet por tener un poco más de presencia mediática.

Las edades de los visitantes son de lo más variadas, hay desde niños de escasos 6 años hasta gente adulta de más de setenta; sin embargo, la clase social no resulta tan diversa, tanto la zona, como la vestimenta en la que relucen bolsos caros, prendas finas, zapatos costosos, cabellos rubios delatan la presencia del estrato mejor acomodado económicamente hablando aunque se aprecia también que ello no es sinónimo de cultura sobre el arte.

La enorme ola de visitantes que recibe a diario el museo es llamada por la curiosidad que despierta la enorme difusión mediática del recinto y la figura de su dueño Carlos Slim más allá que por un gusto real de la apreciación del arte.

Lo anterior se hace evidente en la forma en que “aprecian” las obras las cuales ven pero no observan, la mayoría incluso lo hace únicamente a través de la pantalla de su celular, más preocupados por obtener una foto que quedará olvidada en el archivo de imágenes basura que por nutrirse del trazo y los colores de la pieza.  

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