Quizá como propósito de año nuevo o tal vez por una cruda moral intensa; lo cierto es que desde finales del año pasado vi nacer unas enormes ganas por reencontrarme con las grandes mujeres con quienes compartí momentos tan agradables en la esfera del arte. Visitas aquí y allá, risas y comentarios ácidos me han acompañado cuando con cualquier pretexto recuerdo este gran museo que es el MAM.
Tenía una junta a las 2:00pm en Kepler, con un buen amigo, para tratar asuntos relativos a lgunos proyectos donde, no sé por qué, requieren de los servicios profesionales de un sociólogo, ja. Esa misma mañana había almorzado con otro buen amigo no muy lejos de ahí, en la Roma, para darnos el abrazo que nos debíamos y comentar de los mil temas que subyacen a la amistad de un par de treintañeros amantes de su ciudad.
Llegué al museo creyendo que era jueves, no sé por qué si la junta era en miércoles pero quizá se abrió una puerta dimensional en Metro Balderas que por alguna razón mi mente se transportó a jueves. Así fue como se me ocurrió y a saludar y a que me leyeran la cartilla. Sin embargo, en cuanto pisé la entrada al estacionamiento recordé que era miércoles y que ustedes estarían de lo lindo disfrutando del Museo de San Carlos. En fin, ya estaba ahí y pues seguí mi camino. Al primero que encontré fue a Daniel de comunicación (creo) quien me saludó gustoso y con quien me quedé platicando un ratito mientras nos fumábamos un cigarrito. En efecto, uno de mis propósitos de año nuevo fue no dejar de fumar.Le pregunté dónde estaba todo mundo y me dijo no había nadie en casa. María se había ido con las chicas al museo, Jaime había ido a Hacienda (levanté una oración por él y por el museo en ese preciso momento) y pues Palomita estaba en sus labores. Me sorprendió mucho el nuevo aspecto de la estancia pero cro que quedó muy bien. Los custodios seguían siendo los mismos, me reconocieron, cosa que me alegró bastante. Recorrí el jardín sin prisa y el edificio principal del museo me pareció más encantador que nunca; claro, recordé lo bien que he pasado en este recinto. Había un aire peculiar en el ambiente, tal vez la nostalgia y el ánimo por el rencuentro.
En estos momentos doy lectura y hago mis notas sobre los textos de las exposiciones vigentes pues si algo me ha gustado es dar visitas. Creo que la gente no sólo va a que le platiques de un autor y sus obras, sino a buscar en un museo algo que en sus sueños dejó perdido. Considero que parte de nuestra labor es precisamente la de ser pico y pala para esos visitantes que son ante la obra, arqueólogos de ellos mismos, no sólo como individuos, sino como sujetos de su época. Si algo me gusta de un museo, en especial del MAM es que es un punto de confrontamiento entre el sujeto y la ensambladura simbólica de muchas almas que lo componen.
Qué gusto compartir con ustedes de este grato andar.
Carlos